martes, 22 de enero de 2008

Chamariz

El viejo limonero de la casa donde nací, recibía de tarde en tarde la visita de una pequeña avecilla de color verdeamarillento, tan pequeña como el canario que nos despertaba cada mañana pero con aire más parecido al gorrión y más pequeño que éste. Nunca oí ni su trino ni su piar. Con una timidez de quien se siente en corral ajeno, se limitaba a dar unos saltos de rama en rama, supongo que para cazar algún insecto que anduviera por allí y luego, silenciosa y veloz desaparecía, tardando mucho en repetir su visita. Le llamábamos ‘el pajarito del agua’, porque, cierto o no, algunas veces coincidía su paso por allí con la próxima llegada de alguna lluvia. Ninguno de los que le aplicábamos ese nombre teníamos ni la más remota idea de ornitología.

Luego los años le enseñan a uno cosas que nunca sospechó que iba a aprender. Así, en un momento que soy incapaz de recordar, alguien me dijo ante algunos ejemplares iguales o muy parecidos que se trataba del chamariz. Para ser más exacto me habló de ‘los chamarines’. Yo ya conocía unos delicados versos de Juan Ramón que no me resisto a exponer aquí: “El chamariz, en el chopo./ El chopo en el cielo azul./ El cielo azul en el agua./ El agua en la hojita nueva./ La hojita nueva en la rosa./ La rosa en mi corazón./ Mi corazón en el tuyo.” Mis pequeños alumnos, pues he dedicado bastantes años de mi vida laboral a enseñar a leer y escribir, siempre los aprendieron. Era tan fácil encadenar un verso con el siguiente...

Pero yo tenía entendido que eran pajarillos del campo. De hecho hoy, que es delito cazarlos, siempre salen nombrados cuando algún furtivo disminuye con redes prohibidas o cepos la población de insectívoros cada vez más mermada, junto a los petirrojos, los jilgueros y otros. Sin embargo como los mirlos o las lavanderas –que en Cartaya llaman pipitas y en mi pueblo pipiticas- ya no es difícil encontrarlos como pájaros urbanitas, sobre todo en zona de parques y arboledas, dado que hay grandes extensiones que antes les pertenecían y ahora están poseídas por el mal del cemento, del asfalto o de la contaminación feroz.

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