miércoles, 6 de febrero de 2008

Deprisa

‘Deprisa, deprisa’, era el título de una película de Saura en una época en que de vez de en cuando se veía buen cine español. Hoy parece como si nos hubieran grabado a fuego en el anca, como a los becerrillos, ese mismo lema que nos empuja, nos embrutece un poco y hasta nos enferma.

‘¿A dónde vas tan de prisa?’; ‘A ningún sitio, pero no me puedo entretener’. Al ordenador le pedimos más velocidad, más memoria que lo agilice. La respuesta de las nuevas teles planas se miden en milisegundos. Los coches cada vez son más rápidos y que diga lo que quiera el Código de la circulación.

Apuramos el tiempo al rebasar un semáforo, le pitamos al coche de delante si se demora en arrancar con el semáforo ya verde. Hay quien hasta le falta al respeto a quien guarda su cola en cualquier sitio, intentando colarse. Total, para qué. Para ver el comienzo del partido en la tele, para que no se haga demasiado larga la impaciencia esperando un suceso sin importancia, para aburrirse con algo que nos habían vendido como megadivertido.

Es cierto que vivimos la tiranía del reloj, mejor diría del tiempo. Decimos ‘me falta tiempo para’, ‘no llego a tiempo a’, ‘no tengo tiempo para’. Le damos un sentido de posesión al tiempo cuando es el tiempo el que nos posee. No quiero hacer filosofía barata, pero el tiempo no pasa. Está ahí, inmutable y somos nosotros los que pasamos por él. Compárense si no, con una encina centenaria, sana y bien plantada. Tal vez conoció al abuelo de nuestro abuelo y quizás conozca al nieto de tu nieto. ¿Dónde está el tiempo para ella? Ya cantaba Ana Belén el “¡Mírala, mírala!”. Ahí están tantas cosas que han visto pasar, no al tiempo, sino a las gentes que vivieron un tiempo que fue breve, si se mira hacia atrás.

El tiempo es el presente, el momento en que se lee estas toscas líneas, el que le sigue de inmediato, el que vendrá más tarde. Y lo único que poseemos es la capacidad de ser conscientes de él. La capacidad de saborear el presente si es placentero y la seguridad de que pasará si es duro o amargo. O sea, lo del cristal con que se mira.

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