miércoles, 13 de febrero de 2008

Llamada

Me he encontrado al Rafa esta mañana. (Rafa no se llama Rafa, pero pudiera ser que alguien lo conozca y no es mi deseo identificarlo). Más delgado de lo habitual, demacrado. Las mejillas chupadas y los ojos hundidos en sus cuévanas. Con la jorobeta a cuestas, que es su expresión corporal cuando va muy jodido. Cuando está mejor, endereza la columna y mira casi de frente.

Como siempre, está al aguardo. De dónde sale, muchas veces ni soy capaz de imaginarlo. Sólo que oigo su voz: ¡Pedroo! Si no lo entiendo muy claro la primera vez, me lo repite más fuerte, al tiempo que aligera y se me acerca por detrás. Como cualquier predador, tiene su zona de demarcación. Hacía casi dos meses que no lo veía, pero hoy al oír la llamada y percibirme de que estaba en su territorio, supe que era él.

Fue de los que ganaron con el euro. Hace ya seis años, cuando me veía, me sacaba los veinte duritos. Con la llegada del euro, no me parecía bien subirle solo a setenta céntimos, así que le subí un sesenta y seis por ciento la paga del tirón. Tampoco era diario, no crean. Si me acechaba tres o cuatro días seguidos, yo cambiaba de ruta y de vientos y conseguía despistarlo, darme respiro algún tiempo.

En Navidad le dí la paguita extra. Como llevaba yo bastantes días ausente, le largué un billetillo. Estaba peor que ahora todavía. Intenté primero que se comiera un bocadillo con una cerveza en un bar, pero quería ‘cash’, money. ‘Tómate un vaso de leche por lo menos’, le pedí. 'No, me contestó. La médica me ha dicho que el wisky ni lo huela, así que me tapo la nariz y asín me lo bebo’.

Sé que no tiene remedio. Me ha dicho que se ha muerto el padre. Mejor, y que a nadie le parezca una burrada. Su problema, y el de su hermano, a quien hace siglos que no veo, era en gran parte, su padre. Las pocas veces que estaba fuera de la cárcel, él obligaba al Rafa, desde muy niño, a robar. Luego, cuando fue adolescente lo prostituyó. Sólo cuando el Rafa se hizo mayor, le plantó cara, pero ya había aprendido cómo se ganaba dinero sin doblarla.

Rafa ha sido carne de presidio, de manicomios, de hospitales. Entraba y salía de esos sitios casi gustoso, porque no tenía más remedio que compartir casa con su padre y con las coimas que éste iba instalando allí. Eso sí que era infierno. Ahora su pequeña casa barata, las Protegidas les dicen por aquí, será una cueva sucia, pero al menos está allí solo. Sin nadie que le clave agujas de hacer punto o le ponga candados en el frigorífico.

Le dí un billete. Les juro que no esperaba lo que hizo. Se puso, es muy comediante, de rodillas y me besó la mano. Yo no sabía dónde meterme ante aquella escena que me montaba. Sé que va a gastar esos pocos euros en cualquier cosa ‘non sancta’. Pero si ello le reporta un gramo de felicidad, los doy por bien empleados.

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