jueves, 27 de marzo de 2008

Magdalenas

« […] En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tila que mi tía me daba...” ¿Quién no recuerda este pasaje, aunque no haya continuado con la detallada y prolija descripción de Proust? Mismo yo, como con el Ulysses de Joyce, me he propuesto alguna vez empezar ese camino de Swan en busca del tiempo perdido, sin lograr nunca avanzar más de -disculpen, pero no voy a especificar cuántas- un puñado de páginas. Siempre me dije y alguna vez lo he leído, que la traducción de Joyce que manejábamos en español era penosa. En mi descargo.

Muchas veces me ha asaltado la inquietud de imaginarme con un cierto paralelismo entre un, al menos para mí, ingenuo de mí, valioso dramaturgo al que vi representar unas pocas veces y también disfrutar con algo hoy impensable como era el teatro leído. Imaginen una larga mesa en un salón de actos o similar, seis u ocho personas que lo han ensayado, cada una con un flexo delante y con una cierta ambientación musical e incluso algún efecto luminoso si era posible. Los personajes que entraban en escena encendían su flexo y al salir, lo apagaban. Se requería una buena dicción, lenta y clara y poco más, aunque todo el mundo intentaba un esfuerzo de interpretación. Piensen que eran los tiempos de los seriales radiofónicos. La televisión ni estaba, ni por un tiempo se la esperaba.

El autor a quien me refiero era don Alejandro Rodríguez Álvarez. Seguro que les puede sonar algo si digo que fue conocido como Alejandro Casona. Con esos apellidos tuvo que recurrir a su nacimiento en una aldea asturiana, donde seguro había alguna, para dar con un seudónimo algo más brillante. Para colmo, ejerciendo de maestro, fundó un grupo infantil de teatro llamado ‘El Pájaro Pinto’. Recibió en España el Premio nacional de Literatura en 1934 por ‘La sirena varada’ y escribió otras obras hermosas como ‘La barca sin pescador’, ‘Los árboles mueren de pie’ o ‘La dama del alba’, todas ellas ya estrenadas en Argentina donde vivió exiliado tras la guerra incivil española. Pudo volver a España donde llegó a estrenar con todo esplendor, música de Cristóbal Halffter incluida, ‘El caballero de las espuelas de oro’, un drama histórico sobre Francisco de Quevedo, poco antes de morir. Alguna de ellas han sido llevadas al cine en Argentina y en España.

Si han tenido la santa paciencia de llegar leyendo hasta aquí, volveremos a Proust y a su magdalena. Un aroma que me ha llegado hoy, que me ha invadido esta mañana, me reafirma inequívocamente cada año, y sin saber por qué, en que la primavera ha sentado sus reales en plenitud. E inevitablemente este olor lo asocio a un título de mi admirado autor: ‘Prohibido suicidarse en primavera’. Como pueden encontrar fácilmente una reseña de la obra, google es omnisciente, sí tomaré el camino de la ciencia, con respecto a un título que lo dice todo.

Mientras la naturaleza rebosa vitalidad, toda una sinfonía de colores, de olores, de trinos, de ocasos inigualables y amaneceres de júbilo, no es difícil cruzarse con rostros macilentos, expresiones de una cierta angustia y saben los psiquiatras que durante un mes o más van a tener que emplearse a destajo para descongestionar sus consultas. ¿Son los vientos, que con su fuerza ionizan las partículas del aire electrizándolas? ¿Son los frecuentes cambios meteorológicos, que tras una exhibición soleada repentinamente cubren el cielo de nubes amenazantes? ¿Es que una voz del subconsciente nos grita que este fenómeno ocurre desde hace millones de años y nosotros solo disfrutamos de él durante unas cuantas decenas?

Las televisiones se forran con publicidad de revitalizantes, de polivitamínicos, las revistas prodigan artículos sobre la astenia primaveral. Al parecer, todo es pura biología, o fisiología si lo prefieren. Parece que todos esos continuos cambios externos producen un desequilibrio en nuestro delicado sistema neuronal. Las famosas endorfinas autóctonas se nos vuelven escasas sin culpa nuestra y solo nos queda recurrir a la frase que fue famosa hace unos años: ‘¡Ya llegará el verano!’.

No hay comentarios: